Barbarito Diez, la voz del danzón.

Barbarito Diez, la voz del danzón.

Barbarito Diez (Bolondrón, Matanzas, 1909; La Habana, 1995), por todo lo que legara a la música, él es, sin dudas, una de las personalidades más significativas de la cultura nacional. Cuando solamente tenía cuatro años, sus padres, Eugenio Diez de Ulzurrun y Salustiana Junco y de las Mercedes, lo llevaron al central Manatí (Las Tunas), y allí se estableció la familia. Años más tarde, en 1928, junto al trovador manzanillero Carlos Benemelis, Barbarito Diez debutaría en el cine-teatro de Manatí.

Barbarito Díez nació en Bolondrón, Matanzas (Cuba), 4 de diciembre de 1909, exactamente en un central azucarero ya demolido que se llamó San Rafael de Jorrín, da a luz Salustiana del Junco y de la Mercedes a Bárbaro Diéz Junco quien, con el devenir del tiempo se convirtiera en “El Príncipe del Danzón”.

A los 4 años junto a su familia, se traslada, al entonces central Manatí Sugar Company, actualmente en proceso de demolición en el municipio de Manatí, Provincia de Las Tunas, donde su padre, Eugenio Diez trabajaba como obrero. Comenzó sus primeros estudios en la escuelita del Batey. Aquí es precisamente donde comienza a cantar en los actos culturales, su maestra es quien descubre su voz y talento musical y lo hacía guiar el coro de la escuela en los actos públicos.

De su coincidencia con el trovador Graciano Gómez, Isaac Oviedo tercero maravilloso que iba del son a la trova, nacieron “Los Gracianos” este trío se nutrió de lo más valeroso de nuestras tradiciones e incorporó genuinas raíces: La trova Tradicional y su gama de Habaneras, Boleros, Guarachas, Sones, y Criollas. Por lo general actuaban en la peña del Café “Vista Alegre” entonces ubicado en San Lázaro y Belascoain, donde ya Barbarito mostraba la elegancia que lo caracterizó durante más de cinco decenios de vida artística.

Sobre el referido lugar Eduardo Robreño, teatrista y periodista, ofrece una valoración en su libro “Cualquier Tiempo Pasado Fue”… “no sería aventurado decir que medio centenar de las más gustadas melodías de nuestro cancionero popular surgieron o se esbozaron allí y es que el Vista Alegre fue centro perenne de reunión de los mejores cultores de la trova.De velada en velada y de baile en baile por toda cuba y Latinoamérica anduvo Barbarito.

Deleitó a varias generaciones con obras de Ernesto Lecuona, Moisés Simmons, Eliceo Grenet, Pedro Flores, Rafael Hernández y otros destacados compositores al abrigo de guitarras, pianos y tambores, Barbarito desplegó su virtuosismo y encanto singular, porte erguido, sereno de Palma Real. En su carrera de más de 58 años grabó gran número de discos de larga duración que contenían obras que enriquecen el repertorio musical cubano. Viajó a los países de América, Europa y E.E.U.U., realizó programas en Cabaret, Teatros, Bailes, la Radio y la TV. Por su dedicación al desarrollo del arte nacional, su fecunda labor en aras del enriquecimiento cultural de nuestro pueblo a Barbarito Díez le fueron impuestos medallas, órdenes y distinciones.

Jamás aprendió los fundamentos teóricos del arte musical, pero demostró ser uno de los más afinados y consecuentes del Danzón, un género que como ritmo permanece hasta en la misma Salsa a pesar de contar con más de 100 años de creado. Su voz única e irrepetible se escuchó en México, Venezuela, República Dominicana y Panamá entre otros escenarios del mundo logrando a lo largo de su fructífera carrera, el título de: “La Voz de Oro del Danzón”, o “El Príncipe del Danzón”.

Sin proponérselo tejía una leyenda inscrita en la buena música sin límites de fronteras. El pueblo comenzó a llamarlo La Voz del Danzón sobre todo por su apego al género (Barbarito era hombre de fidelidad) y constancia, siempre rehuyó el cambia cambia tan socorrido por los vocalistas y agrupaciones. Así fue de especial con el Danzón.

Contó con el maestro Antonio María Romeu. Quién además de introducir el piano en su orquesta para interpretar danzones, tenía un modo peculiar de tocar ese instrumento. Impresionaba con su estilo, técnica y escalas inigualables. En tanto que la voz por excelencia de “Tres Lindas Cubanas” y de otras páginas antológicas aportó bríos mesurados y originales a la forma danzaria y cantable reconocida como nuestro baile nacional. Por eso resulta difícil mencionar a la Orquesta de Antonio María Romeu sin añadir, a su cantante Barbarito Díez.

Trabajó como mecánico en el central y en el año 1930 se traslada definitivamente para La Habana donde comienza a cantar en trío de Graciano Gómez e Isaac Oviedo, contando con solo 21 años comenzó una carrera artística en la cual alternó con la Orquesta Danzonera de Antonio María Romeu, con la cual se dio a conocer.

No tuvo una formación musical académica, no tocaba ningún instrumento, pero su inigualable voz y sus interpretaciones musicales lo convirtieron en ídolo público, su voz inmortalizó páginas musicales como Martha del compositor Moisés Simmons, Lágrimas Negras, Olvido, Juramento, El que Siembra su Maíz de Miguel Matamoros, entre otros.

La Habana, 6 de Mayo de 1995 al fallecer cumpliría ya 86 años el 4 de diciembre, contaba con las distinciones “Por la Cultura Nacional” y “Raúl Gómez García”, además de la medalla “Alejo Carpentier” y la “Orden Félix Varela de Primer Grado”, entre muchos galardones, reconocimientos y trofeos.

Toda una vida por su firme calidad entroncó con lo mejor de nuestra tradición musical. Barbarito Diez Junco siempre estará entre nosotros, como un gigante del pentagrama de su majestuosa figura, que cual Palma Real se yergue en el Centro de la Cultura Nacional y en el corazón de nuestro pueblo que permanentemente le rinde Homenaje.

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