Los nuevos tiempos y las dificultades actuales obligan a la integración
A través del tiempo se ha escuchado a personas un tanto pesimistas o simplistas decir que somos una sociedad azarosa. Incluso a líderes políticos. Pero pienso que hay que detenerse a analizar bien los hechos, acontecimientos, que han provocado determinadas situaciones a lo largo de nuestra historia.
Pues hemos sufrido de que sectores importantes y de decisión han influenciado sus acciones sobre las bases del divisionismo, la intriga, el engaño y con mucho egoísmo. O como decía alguien conocido: sin ponerle límites a sus ambiciones.
Como consecuencia de ello se ha venido reflejando en una parte del país, un sentimiento de dudas. Porque sin quererlo, han heredado en mayor o menor grado esas prácticas que tratan de mantener esta sociedad atomizada e incapaz de integrarse a sí misma. Con abismos muy grandes entre los que tienen mucho y los que tienen poco.
Pero a ello se han sumado otras dificultades arrastradas desde hace tiempo, lograr que los diferentes sectores que han incidido en la vida nacional pudieran entenderse e integrarse en torno a objetivos comunes. Si bien hubo intentos, no así con el suficiente interés. No solo entre organizaciones del sector privado, sino incluso dentro de áreas de los gobiernos actuantes. Cuando se asomaron intenciones, surgieron contradicciones. Arrastradas o empujadas.
Cuando se pensaba que las cosas estaban más cerca de lograr objetivos en ese sentido, como por arte de magia se alejaron. Surgían elementos insospechados que entorpecían el camino. Aparecían piedras desde la oscuridad que irrumpían el necesario ambiente para el entendimiento armonioso y democrático. Porque los intereses se colocaron por encima de todo.
La percepción que todavía tienen o manifiestan algunos de fatalidad o de sociedad azarosa, debe desaparecer. Pero para ello tenemos que tratar de arrancar conceptos e ideas heredadas que se han enraizado. Que han penetrado y profundizado en algunas mentalidades y en algunas acciones. Sobre todo a partir de cuando el pragmatismo comenzó a sustituir ideales, sueños, y si se quiere hasta ilusiones.
No somos un país azaroso. Hemos heredado muchos males. Matizado porque le perdieron el rumbo a las ideas, conceptos, doctrinas e ideologías. Empujaron por la ruta de que solo se hace lo que conviene.
Nadie puede negar que el Presidente haya dado muestras de sensatez y de humildad. Pero en estos momentos especiales, vale la pena repensar que debemos redoblar los esfuerzos. No escatimar ninguna iniciativa en el sentido de procurar armonizar con los diferentes sectores. Mantenerse por encima de las diferencias coyunturales. Cumpliendo con el deber de gobernar en armonía con todos los sectores que estén dispuestos a actuar en función del bien común y con objetivos claros y coherentes.
Los nuevos tiempos y las propias dificultades porque atraviesa nuestro país y el resto del mundo, obligan a la integración. Al entendimiento. A la búsqueda de nuevas fórmulas. Con esquemas de disciplina en todos los aspectos. Con acciones comunes, civilizadas y democráticas en procura del bien común. Pero correctivas. Edificantes. Que propicien transformaciones en el comportamiento humano. Con mucho amor, desprendimiento y humildad.
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