- El músico dominicano triunfó internacionalmente y se convirtió en clásico con esta canción a finales de los ochenta
- Ponemos banda sonora al calor estival contando la historia de las más populares canciones del verano
Como en las buenas novelas, todo cabe dentro de la ficción de una canción. Se pueden contar todo tipo de historias con multitud de combinaciones rítmicas y, aunque relacionemos determinados estilos con ciertas temáticas, tenemos que ser mucho más amplios de miras. Se puede ser combativo y respondón más allá de la canción protesta o el punk contestatario.
Es así como llegamos al merengue, género que instintivamente relacionamos con el baile porque los pies se mueven sin preguntar a nadie, pero que en realidad ha sido desde sus orígenes a finales del siglo XIX en República Dominicana una vía habitual para expresar opiniones sociales y políticas, extendiéndose así por toda América Latina y popularizándose por todo el planeta.
Pero vamos a centrarnos. ¿Quién en sus cabales puede querer que llueva café? Se iban a quedar los coches bonitos (otra vez, como siempre). Salgamos de los límites de lo concreto, de la literalidad de las palabras. Abramos la mente y recordemos la afición de Juan Luis Guerra por las metáforas y los dobles sentidos.
Recordemos, concretamente, que "quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor por donde quiera, pasar la noche en vela mojado en ti" hace en realidad alusión al cunnilingus. Esta interpretación de Burbujas de amor está ampliamente admitida, aunque más debate hay acerca de si La bilirrubina esconde, atendiendo a los síntomas descritos, un canto a la hepatitis aguda vírica por transmisión sexual. Todo cabe en una canción y también en su interpretación.
Sea como fuere, no es tan retorcido llegar a que Ojalá que llueva café canta a la prosperidad e imagina una buena cosecha para que vivir sea más suave para todos. El café es muy importante en la economía dominicana y ese diluvio mejoraría las condiciones de vida de los lugareños. La riqueza cayendo desde las alturas. Algo improbable, cambio climático mediante, pero con suficiente fuerza como imagen bíblica para relacionarla con el maná caído del cielo en pleno desierto.
El propio Juan Luis Guerra contó a Associated Press hace apenas año y medio por donde le llegó la inspiración: "Recuerdo que fue una visita que yo hice a Santiago de los Caballeros, donde un tío mío tenía un amigo que era folklorista y ese señor me mostró muchos poemas bucólicos, de campo. Entre ellos había uno que se relacionaba con que lloviera café y eso fue lo que me marcó, una metáfora tan hermosa. Comencé a trabajarla y así nació ese merengue".
Con una ligera vuelta de tuerca, ya tenemos a medio mundo bailando y cantando ese estribillo contra la opresión de los pueblos campesinos de Latinoamérica, obligados a trabajar cada vez más por menos para mantener los beneficios de los patronos. Desentrañada queda de esta manera la metáfora sobre las malas condiciones de la clase trabajadora en el campo y la esperanza de que las cosas mejoren algún día en el futuro. La letra no lo esconde en realidad, pero estos versos quedan sepultamos por la narcótica reiteración del título: "Pa' que en el conuco no se sufra tanto, ay hombe', ojalá que llueva café en el campo. Pa' que en Villa Vásquez oigan este canto, ojalá que llueva café en el campo".
El cuarto disco de Juan Luis Guerra & 4.40 llegó a las tiendas en la primavera de 1989, bien repletito de éxitos como Visa para un sueño o Woman del Callao. Todas ellas a la estela, en cualquier caso, de la imparable difusión internacional de Ojalá que llueva café, canción señera que le abrió todas las puertas, incluso las de la plaza de toros de Las Ventas, en aquel recital ya de leyenda en julio de 1992 con 15.000 personas bailando sobre la arena merengada del coso taurino. Desde entonces y para siempre, el dominicano es todo un clásico, como su gran himno, Ojalá que llueva café en el campo.
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